2030: Una odisea en la Educación

Todo el mundo habla acerca del futuro, se pregunta cómo será y cómo funcionarán las cosas y, realmente, todos los cambios resultan más lentos de lo que podemos esperar. Nos encontramos en el año 2010 y, aunque veamos lejos 2001, aún nos encontramos más lejos de la Odisea en el Espacio que Arthur C. Clarke vaticinó en 1948 y Kubrick plasmó en la gran pantalla en el 68. Y han pasado más de 60 años de aquella visión.

No obstante, hay fenómenos que se extienden como la pólvora. En menos de diez años, Internet ha pasado de ser algo desconocido para la mayoría a convertirse en este instrumento indispensable en todos los trabajos, en la educación y en los momentos de ocio para la sociedad desarrollada. Hoy por hoy todo está en Internet: libros, música, cine, noticias… y la información se incrementa a pasos agigantados, cada día surge un recurso o una herramienta nueva que supone un paso de gigante y se extiende a toda velocidad.

Como no podemos predecir la velocidad con la que los cambios van a acaecer, voy a realizar un flashsideway con las dos alternativas de realidad que, bajo mi punto de vista, se pueden dar.

Por un lado, dentro de 20 años puede que incluso ya no existan las aulas físicas como hoy día las conocemos, las clases podrían incluso tornarse semipresenciales en los cursos superiores, convirtiéndose los alumnos en autodidactas y los profesores más en unos guías online, que en el concepto de docente que hoy día podemos tener. Los trabajos en grupo podrían realizarse por Facebook, Skype o la red social de moda y luego hacérselos llegar al profesor por medio de blogs, correo electrónico o el sistema de compartir información que exista en ese momento. Sin embargo, los cursos de primaria continuarían más próximos a lo que hoy conocemos, dentro del aula con un maestro-educador que enseñaría a los alumnos a escribir, a leer, a moverse por la Red, a utilizar las nuevas tecnologías como fuente y herramienta de trabajo, a aprender a contrastar la información y, sobre todo, a educar a los alumnos en valores.

Por otro lado, si tenemos en cuenta factores como que los cambios no siempre son tan rápidos como podríamos prever, que Internet es una fuente de sobreinformación o que las personas somos sociales y necesitamos el contacto físico por naturaleza, la idea anterior no podría ser factible, o por lo menos no dentro de tan sólo 20 años. El hecho de que en Internet se encuentra todo es una realidad y una ventaja indiscutible, pero el problema de Internet también reside en esa ventaja, en la Red hay sobreinformación, y la sobreinformación implica desinformación. Todos los usuarios tienen acceso a colgar información y no siempre es la adecuada o la verdadera. La labor de un profesor dentro de 30 años no tiene porqué diferir tanto de la que conocemos en la actualidad, sólo que se servirá de herramientas tecnológicas de las que hoy por hoy se prescinden o se utilizan minoritariamente. Los libros de texto podrían llegar a desaparecer en pro a los eBooks o a los apuntes y recursoswe online, los alumnos podrían compartir sus actividades por redes sociales… En definitiva, aprovechar las herramientas que las nuevas tecnologías nos brindan, integrándolas en la educación que hoy entendemos, pero sin llegar a privarnos de realizar clases presenciales y de mantener contacto directo con el alumnado.

El año 2030 queda muy lejano, ¡yo cumpliré nada más y nada menos que 50 años! Sólo espero continuar con la mente abierta, adaptándome a los cambios, pero sin olvidar la esencia de ser educadora y profesora de Lengua y la Literatura.

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